sábado, 26 de mayo de 2012

Imagino.


A veces creo que caminando voy a pasar los días, caminando voy a transformar este estado. Patear este estrujado interno, sobornar esta opresión en el pecho, sonar mis dedos y aflojar el comprimido nudo que llevo hace tanto tiempo en el cuello. A veces creo que caminando voy a despertar. Me imagino un largo camino sin días, sin horas, pero con el día y con la noche. Y visualizo un cambio de estación en algún momento, como un pasaje de un año a otro que sucede de repente una mañana cualquiera. Me imagino que camino el día y el día es tan largo y pesado que no se me ocurre otra cosa que arrastrar los pies y seguir. Como que el silencio trae más silencio y las horas se llenan de nada. El día es como una tristeza que aturde y a veces desespera, pero solo moviéndome la puedo tolerar, la puedo arrastrar, hasta que un día sin notarlo la habré soltado. Es lo que imagino que podría llegar a suceder, (un día), es lo que deseo que me ocurra alguna vez. Uno espera devoto el cambio y el cambio todavía no ocurre. Entonces yo vuelvo a imaginarme que solo caminando y más allá de lo que cualquiera pueda imaginar que se pueda llegar, y aún y hasta mucho más allá, creer que existe un punto donde el peso se desprende del cuerpo, o el alma se desprende del cuerpo y ya no habrá más dolor. Como el hecho de estar bajo el agua y alcanzar la superficie. Entonces solo puedo imaginar en seguir y seguir. Algún día escupiré mi fragilidad, algún día pasare ese umbral. Y el recuerdo no se de que será, pero mirando hacia adelante nada más, es como logro olvidar y es que apenas así puedo, allá tal vez muy lejos, encontrar una especie de paz. Eso es lo que imagino cuando me largo a llorar. Es lo único que ahora siento que tengo, que me queda, esa es mi esperanza. Imaginar que finalmente llegaré a ese lugar.

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