martes, 25 de octubre de 2011

Octubre

Con el deseo de que me brote una esperanza. Como si dentro de mí se gestara una verborragia. Manos arrancando el parto de mi voz, de mi grito y mi ilusión. Con ganas, ganas de una vertiente, una catarata. Mi dolor nace adentro pero es bueno, es noble, solo quiere salir. Desea un alivio, busca ser explicito. Nacer, salir y desparramarse como rebalsando los moldes, los contornos, como desbordando todo, pero exponiéndose entero, mostrándose esto. Esto es lo que es. Quisiera llorar, quisiera explotar, abrazar una oportunidad, rescatarme y volverlo a intentar. Me rompo los dedos, me lo quiebro, se me parten las costillas por soportar estos pulmones inflados de soledad. Me superan, son más grandes que mis propios suspiros, no me alcanza el aire, las bocanadas, no me llenan. La sensación es una sola, es cremosa, es densa, es total. Es un todo que contiene a reventar. Es un globo lleno de angustia y a la vez de lluvia. Necesitaría arrancarme, despojarme, ¡pincharme! que me ayuden con un golpe en la espalda, para desalojar esta balsa de fracasos sin nombres, amorfos, anónimos, buitres enredados que espantan mi animo. Gordos roedores de una larga espera, de una hinchada pena. Y por callar esto me duele, y por contener esto me muerde. Y se lleva mi canto, y se pagan mis duelos, así, en silencio. Ya no quiero porque todo se va secando entonces como una pasa de uva, que me las vuelvo a tragar. A dónde si no es al sol a donde tengo que mirar para estornudar esta congoja suplicante que agoniza muda por un instante, un instante de libertad.

martes, 18 de octubre de 2011

Insomnio

Ayer tuve una sensación, sonó como música y no seguí la canción. Si la hubiese escuchado hubiera escrito algo, pero deje que se me escapara por cobarde. Me vengo sintiendo pálidamente, me vengo ausentando, sin embargo a esta hora me atrevo, me levanto y me desvelo. Para develar la cadencia de tu cuerpo, que es el que quiero. Parece aproximarse, y viene lento. Lo intento. Si tan solo soplaras esas plumas que hay en mi cama, si tan solo me asaltaras, encontraras la forma de entrar al sueño. Te pedí acurrucada un deseo, te soñé anhelante de mis besos. Aquí estoy confusa. Acá estoy por ahora intrusa. Yo fui a tus bordes, los recorrí soplando tus pestañas. Yo simplemente fui hasta tu casa, a ver si entre algunas confesiones me elegías. Pero ahora recuerdo aturdida que no estaba sola. Dónde miran tus ojos, no lo sé. Donde miran los míos tampoco. Igual entiendo este miedo, tomo distancia y me renuevo. Ahora vuelvo. Y en tus manos me encuentro. Qué partes de qué fibras tocaras de mi entero. Qué lunas de qué mundo esperan frías un relevo. No sé sinceramente a dónde estamos yendo, si estoy sola una vez más partiendo. Tengo abrigo para dos, tengo planes a montón. Seguiremos este viaje o simplemente al despertarme recordaré que te fuiste sin haber entrado. Y mirando un reloj apagado entenderé las muchas pastillas desparramadas en esa desdicha de saberme compositora de esta triste canción. De esta fugaz melodía que nunca existió. Pero puede que viva en algún rincón. Dame ese instrumento que te regalo mi voz. Qué pasará cuando abra mis ojos, qué pasará cuando los cierre.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Couture

Costuras como estas me componen, me rearman. Puntadas largas, agujas anchas, unir mis partes, vestirme con mi piel. Soy la misma de ayer mañana, dejame las tardes y las noches cocer que al abrir los ojos otra vez me reconoceré.
Encarar los espejos y lucir la capa, el peso. Cubrirme y destaparme con mi historia, amarrada. Las figuras como nombres bordadas, las suturas y los nudos se lucen en la garganta. Hay una parte que no encaja, y yo sigo dando puntadas, esto no sirve, aquello tampoco, mas hilo, más lana. Este ovillo no sale de su enredo, no quiero disculparme, luego lo hago, bueno que salga. Decir con palabras, poco puedo, cuando se teje el descontento. Es casi como pincharse el dedo, primero un punto frío que se clava, luego la presión donde veo el daño en dimensión, el globo de sangre que se infla y estalla pero no alcaza, para desenlazarla, esta vez: a la furia, al enojo, al orgullo desflecado. A las ganas de seguir intentando. Mejor una maquina, mejor una costurera, mejor un dedal. Todos podrán hacerlo mejor que yo, decir y hacer, no es lo mismo que decirhacer.
Y sigo hilvanando esta inspiración que no me alcanza. Solo quiero decir que intento recomponerme, intento unirme, formar, una sola yo, un abrigo. Volver al ruedo. Todos aprendemos a cocernos. Reconstituyendo con retazos la vida, que a veces se raja, se rompe, se desgarra. Tengo marcas, tengo trama, tengo historias en las palmas. Me las froto por los brazos y entibio las bastillas de los extremos para que sanen. A veces cicatrizan rápido y nos salvan, a veces… Pero otras nos privan de vivir, por miedo a revivir.
Tengo cien mil pedazos de mí, a ver cómo hago de una vez. No me roben mis gasas, y si lo hacen no me las devuelvan arañadas. A ver cómo hago entonces si alguien se cruza y me rompe el vestido, porque otra vez me quedo sin fiesta y sin desfile. Y a ver cómo hago de una vez para estar entera, mis vendas, enmarañadas, deshilachadas. No busco culpables, solo talento para vestirme de nuevo. Para saber hacerlo, cocerme bien, fuerte, pero no ajustada. Más bien liviana. Una costura segura, de un ritmo ligero, invisible pero existente, no superficial sino profundo. Cerrar y no tapar, mezclar y no acercar. Unir y no juntar. Atravesar.

sábado, 11 de junio de 2011

Sin rouge!

Y de mis labios se cae la piel, como se seca el deseo como se borran tus besos. Y en mis costillas se marca el temor, se ahoga el dolor con sal y con sueños. En mi cama me quedo por vos, me vuelvo un terrón de dulce esqueleto. No me mires así, no gires al ir, llevate el pavor como cal en los huesos. Esta noche me quiebro de amor, me duele tu adiós, no me calmo ni espero.

Y de mis labios se cae la piel, cómo se miente otra vez para seguir dando besos. Y se muerden sinfín se buscan entre sí, añorando algún resto. En la pestaña me queda tu luz, me parece de tul, tu imagen espejo. Dejame llorarte esta vez, no quiero el rencor que seque el despecho. En la puerta me dejas tu voz, te olvidas del dos, te marchas te dejo.

Y de mis labios se cae la piel, como se escarcha otra vez, sin congelar esos besos. En el sonido perdura el tenor, del profundo dolor, que me causó tu desprecio. Y en mi ánimo aún queda el valor de seguir dando amor, buscando el afecto. Pero ahora me ausento mejor, me encierro el corazón, me quedo en silencio. Y en mis labios me crezca la piel, que endulce otra vez esos labios que beso.

lunes, 30 de mayo de 2011

Idem parte de la parte.

Y así me ves, imbecil, invisible. Anima, animada con ánimos de seguir animándose. Espectro, aspecto, que a todos ve expectante. Andante, joven caminante, pájaro errante. Ilusa sueña confusa. Difusa. Vuelve al aire y se desdibuja. Se sienta en tu ventana, te canta una canción. Quiere que la quieran, pero solita oye su canción. Exige atención, pide deseos de amor. Tonta alpinista que escala fantasías. Suicida, camicace, que nunca aprende la lección. Inmolada, alada, arrojada a una causa que no existe más que en su corazón.

Idem parte I

Solitario parece ser mi andar en una pradera silenciosa. Que cargue con mis ambiciones y se lleve lejos. Estar en un mundo impenetrable, y verme rodiada de todos y de nadie. Lloré la primera vez, la segunda y la tercera, pero esta vez ya no. Comprendí.
Mi cuerpo se prepara y lo hechos se delatan. Yo veo venir el infortunio y mis alas se alzan. No es aquí donde frené, no fue allá ni allá tampoco. Entonces es más lejos y acabo por llegar primero. Pero la fiesta aun no ha empezado y parece que tampoco me están esperando. Vuelvo al viento, a ver si de tanta prisa me exaspero. Toco timbre, me abren, sueño. Acá el festín es de otros, junta tus cosas y no finjas asombro. Sin embargo así el efecto se va desgastando. Eso creyera ser positivo, eso aparentemente demuestra que algo he aprendido. Parece que de tantas vueltas los sentimientos se desinteresan. Arranco sin ellos luego, pero me veo llegando sin hambre, sin interés, sin pasión, sin emoción y no puedo hacer nada sin todo eso. Después por las dudas lo consigo, porque todavía algo me juego, cuál termina siendo la respuesta a esto: Me equivoqué de nuevo.
De donde son mis ojos, que no pueden ser vistos en profundidad. A quién defiende la vida porque a mi me aparta de la dicha. Y me voy de nuevo. Ya sin peros. Junto mi valor y mi voluntad. Sin reclamos me vuelvo a marchar. No me ven. Nadie me ve. Ni cuando llego ni cuando me voy. Solo saben que alguna vez estuve como extranjera sin patria. Indocumentada, ¡me discriminan las ganas! No me quieren acá. No se entonces donde. Qué tendré que ser para permanecer. Como hacer para enredarte en mí rodeo cómo al menos lograr que quieran involucrarse con mis recelos. Todos sabemos que en este mundo rige el deseo. Pero a mi me lo prohibieron. Tengo voz pero sin dimensión, vendo amor pero de pura conclusión. Tengo tanto desaprovechado que vuelco en la tierra para que broten esperanzas, será entonces para cuando mis pasos desandan, un rayito tal vez me ilumine, me reanime, me entibie el alma.
Tengo todo preparado, ya nunca desarmo mis maletas. Directamente espero en la puerta. Ya entendí que este planeta, mi andar es a tientas.
Y así me ves, imbecil, invisible. Anima, animada con ánimos de seguir animándose. Espectro, aspecto, que a todos ve expectante. Andante, joven caminante, pájaro errante. Ilusa sueña confusa. Difusa. Vuelve al aire y se desdibuja. Se sienta en tu ventana, te canta una canción. Quiere que la quieran, pero solita oye su canción. Exige atención, pide deseos de amor. Tonta alpinista que escala fantasías. Suicida, camicace, que nunca aprende la lección. Inmolada, alada, arrojada a una causa que no existe más que en su corazón.

Sé lo que sigue.

Porque duermo con un ojo abierto en las emociones. Me robaste la fe, tal vez o solo me enseñaste a crecer. Me cuelgo de una soga para espiar las ventanas, a veces golpeo y me invitan a entrar, yo sin soltarme no puedo pero es porque no se tratar con el cuerpo. El mío desolado encara el encuentro sin dejar de mirar atrás. Ya no me presto simplemente no me atrevo. Pero de madrugada todo vale y entonces no hay consuelo para tanto silencio. Me frisaste la piel, me empañaste la vista. Me detengo siempre para ver como todo solo se desvanece. Y no tengo defensas no tengo voluntad, si nuevamente se van a marchar. Por el tiempo que dure mi armadura armada, la soledad se volvió mi amada. Y no la suelto aunque no la quiero, me acostumbre a ella hasta que llegue del alba, esa luz infinita de madrugada como la que una vez me envolvió y que reviente el cristal de mis miedos y me suelte las manos para descansar al fin de sus celos. No lloro sino por recuperar el deseo, los que vienen y van solo logran sanar. Traen flores, susurros lindos y nada más, ver pasar, dejar, librar. Me limpian tu voz, tus manos, mi ansiedad. Cada año soy otra, en cada estación se cierra un poquito más esos agujeritos en el pulmón. Te acordas que te había contado, que me los habías perforado, bueno, los mismos ya están casi a salvo. Y así siguió mi vida, así fui quedando, a medio hacer a medio andar, pero no importa, sabes que no. Porque estoy volviendo de a poquito y la verdad que hasta creo que es lo mejor, nadie logró enredarse en mis ojos como lo hiciste vos, pero esta vez elijo yo. Y ya no veo con la inocencia de antes, ¡uy! Eso también me lo quitaste, ahora siempre sé lo que sigue. Espero a ese alguien que no me permita predecir y acertar, que cambie el desenlace que extirpe el atrás y después de tanto crecer, volver a creer. Después de tanto ceder pararme un minuto y de una buena vez deslumbrarme otra vez.

viernes, 4 de febrero de 2011

Deshidrata

De la furia del amor y del olvido. No tiene porque tener sentido lo que pienso compartir. Pero mi cuerpo en espasmos de advertencia, recuerda. No se de que esta hecho el intento. No recuerdo como empezar. Se precipita mi sangre por recorrer mi cuerpo viéndome de cerca dejar pasar. Todo. Y nada.
Era una siesta de un verano agazapado. Era un verano retenido en las espaldas arañadas. Eran espaldas fundidas, mojadas. Resbalaba la fiereza y el encanto. Resbalaba la razón y los sentidos. La elegancia y el descuido.
Era dibujar las entrañas, untarse las ganas, frecuentar el cuello, los hombros, frotar la hazaña. Aplastar los huesos perforar con besos. Era traspasar el alma.
Fundir el fondo, escalar el morbo. Escarbar el hondo. Encarnar el modo.
Los labios. No hablan. Se escurren, se restriegan, se desgarran. Se enreda la cintura, se tuerce, se levanta y baja. Arde un punto y se desarma. Frunce un deseo y se ablanda. Se estira el torso, se arquea el dorso. Se igualan.
El estremecimiento en el cieloraso encubre un gemido y las cortinas destilan euforia. Se sostiene el eco en las esquinas. Se perturba el asombro para dar paso a lo no vivido. Entonces el rocío de los cuerpos alberga el éxtasis infinito. El grito y el desecho. Luego el desapego, la distancia. Un cuadro torcido en una pared sofocada. La palabra, aparece rasgada, desata la culpa y la disculpa. La almohada, las sabanas, la lámpara. El desapego de la piel calcada, la mañana. O tal vez la noche, pero el tiempo y los relojes. Comenzó una siesta de un verano agazapado terminó en un invierno ruso de caricias obligadas. La nada.

martes, 1 de febrero de 2011

Oscuro y profundo carmesí

Capitulo I . El espiral

(Canción para leer este capitulo: Un año de amor de Luz Casal).

http://www.youtube.com/watch?v=DHVpF3iGU1E&feature=related

El tubo del teléfono rojo en su piel bronceada, y su boca de frutilla que comenzaba a temblar, abarcaban todo el cuadro melodramático de aquel mediodía tan pesado y húmedo de un verano seco y lento. Unas cuantas palabras verborragicas retumbaron en el ambiente como una catarata de cuchillos que se caen de la alacena sobre el pecho de alguien, algo así como un -no quiero saber más nada, quiero encerrarme en mi casa y no ver a nadie más-. Eso fue lo que sus oídos escucharon por última vez, esas fueron las palabras del adiós. Y el cruel sonido que devuelve ese desalmado aparato cuando una conversación se corta, subrayando que ya no existe, hizo su aparición. Como si llamara éste a una ambulancia para que viniera a recoger el alma desecha de quien recibe una noticia. El rimel comenzó a decender por su mejilla como un río trágico y funesto. Cuanto más se animaba su corazón a sentir y a asumir la verdad de lo que vendría, más se desbordaba por todo su rostro la humedad de aquellas trágicas lagrimas.
El tubo volvió a su origen y ella, Amanda, no podía permanecer más tiempo parada en ese círculo de desesperación. En ese momento la acción más próxima y el mecanismo más sano de autopreservación era moverse, dar un paso al menos, una señal de vida. Así es que un pie cargado de arrebatos se presentó, luego el otro y otro más.
La luz que entraba por la ventana espejaba la madera de ese piso lustrado y prolijo que Amanda tanto se esmeraba en mantener. Y allí se lucían sus zapatos de tacón, coquetos pero cómodos a la vez que le sentaban tan bien a su porte, la estilizaban y le devolvían un encanto femenino a su andar y a su aspecto tan primaveral y encantador a la vez. Pero esos mismos zapatos ese día, caminaban en la habitación enérgicamente para escapar de la realidad de que su corazón se estaba desgarrando, se estaba ajando y ella sentía como una mano deshojaba las páginas del libro de su historia y las rompía en mil pedazos. Cada corte un incompleto, cada pedazo una fracción. Amanda tenia la sensación de que las paredes querían tragarla, que el empapelado de enredadera empezaba a crecer y a extenderse hasta ella para asfixiarla. Amanda sentía su piel derretirse y sudar porque el dolor la descomponía en curvas diagonales, su respiración era intensa y su rostro hermoso se confundía entre el de una niña y el de una anciana. En el escote de su blusa blanca con detalles de piqué se podía ver como sus latidos galopaban como caballos que venían a salvarla, o nada más huyendo de la catástrofe, tratando de rescatarse a ella misma del caudal de ese río de angustia que venia para tragarla y terminar con ella en un solo grito al unísono el dolor de su amor. Y así fue como sus piernas comenzaron a atrofiarse y su cintura empezó menguar juntando su cabeza a sus rodillas hasta quedar en una posición fetal, un espiral en el medio del piso lustroso. Desde el techo se apreciaba mejor, como Amanda parecía que se hacia cada vez más pequeñita, cada vez más diminuta. Su posición era tanto de muerte como de nacimiento. Como si volviera al mismo sitio de donde vino. Como si ese fuese el fin de las fotos con su madre cuando la cargaba en brazos el día que nació. Justamente así parecía alejarse y hundirse en el infinito su cuerpo dando vueltas en el lugar, volviéndose la mezcla un remolino rojo sangre, la materia dejaba la forma y el espacio para convertirse, Amanda en un fondo negro un oscuro y profundo carmesí.

miércoles, 19 de enero de 2011

Memory Stick

Tengo ganas de escribirlo antes de que se me escape para siempre, no es resiente este sentimiento, lo viví un día hace unos meses atrás.
Estaba acostada en la cama sintiéndome un calco, una figurita. Sentía que si comenzaba levantándome la cabeza podría despegarme como una calcomanía de una superficie. A la vez una sensación extraña en el centro de mi pecho, como si tuviese un hueco pero a la vez ese hueco succionaba todo mi cuerpo. Tengo que ser grafica, porque para mi no había tiempo en realidad ni espacio. Me acuerdo que horas antes de aplastarme de esa forma había llorado con congoja pero en silencio porque los sonidos se me metían para adentro. Me comía la angustia sin poder inflar aunque sea así mi alma. Y ese fue el día que entendí que mi dolor era completo, mi mente estaba abollada y sumergida, mi espíritu estaba fuera de mi cuerpo y mi cuerpo amorfo, aplanado, estirado yacía como una mancha en la cama. Dormía sin dormir, despertaba y volvía al llanto. También recordé en ese momento que mi cuerpo se estampaba como un dedo lleno de tinta se sella en un papel, con el propósito de dejar un prontuario de este estado. Eso alguna vez ya me había pasado y había sido mucho peor, pero yo no lo había registrado, no como esta vez. Nunca me di cuenta de cómo sentía mi cuerpo y mi alma todo lo que me estaba pasando.
De este hecho pasaron casi cuatro meses. El mes de octubre jamás me quiso, llevo varios años contando su maltrato. Pero de eso en realidad no quiero hablar, del mes de octubre digo, si de mis sensaciones plásticas. Después de aquel episodio no volví a estar mal en realidad, no de esa manera. Sí tengo tardes eternas, noches melancólicas, atardeceres punzantes, sobre todo en la calle Belgrano cuando miro a la distancia. La calle Belgrano a la tarde después de la siete de la tarde, no es fácil para mí. No me subo más a un colectivo a esa hora en la calle Belgrano. Pero todo, como todo en la vida se acomoda, se reacomoda, se arma, se rearma, se mezclan los colores nuevamente, y todo ocupa un nuevo lugar, aunque eso no significa que hayamos dejado de extrañar. Yo extraño lo sano de esa historia, por mas que haya sido corta pero para mi fue tan importante. Haber tenido certeza de que mi corazón estaba donde yo lo había dejado. No especulaba con nada, no tenía dudas, tampoco certezas, pero lo mas importante era no tener incertidumbre. Es verdad, no apostaba, pero porque siempre fui advertida. No sé. Fui feliz.
Obviamente que ese bienestar era mío, y solo mío. Después los fantasmas aparecieron finalmente y yo no quise saber más. Pero pude elegir. A diferencia de la otra historia, no pienso irme al vacío con el tiempo, con los meses, con los años, remar sola, no. No quiero conquistar a nadie, no por ahora, no quiero olvidarme nunca más de mí. No quiero que se queden a mi lado mien-tras-tan-to. Y por eso trate de poner fin al inicio de un posible fracaso lleno de rencor. Como de costumbre me cuesta ver lo que quiero pero empiezo seriamente a tener más claro y definido lo que no quiero.
Tardes eternas, en algunas horas, largas horas talvez, me arrepiento. Me ha pasado de tener la absoluta certeza de escribir, mandar un mail. Pero después me arrepiento. No tiene sentido. Soy miedosa, sí. Y tal vez me pierda mucho por eso. De todas maneras acá estoy de nuevo, escribiendo. Hace mucho no lo hago, hace mucho no me enfrento con nada de lo que siento. Me gustaría publicar algo que escribí pero ahora no lo encuentro. Lo había escrito alguna tarde de noviembre en el trabajo. Y pensé: Estoy harta de leer sufrimiento en todo lo que escribo. Pero por otro lado siento que será mejor que lo deje ir. Que explote de una vez. Y tal vez así, cuando haya escrito la última sensación de desconsuelo, pueda reencontrarme conmigo nuevamente, después de este acuático viaje de lágrimas, pisar suelo firme otra vez.