Porque duermo con un ojo abierto en las emociones. Me robaste la fe, tal vez o solo me enseñaste a crecer. Me cuelgo de una soga para espiar las ventanas, a veces golpeo y me invitan a entrar, yo sin soltarme no puedo pero es porque no se tratar con el cuerpo. El mío desolado encara el encuentro sin dejar de mirar atrás. Ya no me presto simplemente no me atrevo. Pero de madrugada todo vale y entonces no hay consuelo para tanto silencio. Me frisaste la piel, me empañaste la vista. Me detengo siempre para ver como todo solo se desvanece. Y no tengo defensas no tengo voluntad, si nuevamente se van a marchar. Por el tiempo que dure mi armadura armada, la soledad se volvió mi amada. Y no la suelto aunque no la quiero, me acostumbre a ella hasta que llegue del alba, esa luz infinita de madrugada como la que una vez me envolvió y que reviente el cristal de mis miedos y me suelte las manos para descansar al fin de sus celos. No lloro sino por recuperar el deseo, los que vienen y van solo logran sanar. Traen flores, susurros lindos y nada más, ver pasar, dejar, librar. Me limpian tu voz, tus manos, mi ansiedad. Cada año soy otra, en cada estación se cierra un poquito más esos agujeritos en el pulmón. Te acordas que te había contado, que me los habías perforado, bueno, los mismos ya están casi a salvo. Y así siguió mi vida, así fui quedando, a medio hacer a medio andar, pero no importa, sabes que no. Porque estoy volviendo de a poquito y la verdad que hasta creo que es lo mejor, nadie logró enredarse en mis ojos como lo hiciste vos, pero esta vez elijo yo. Y ya no veo con la inocencia de antes, ¡uy! Eso también me lo quitaste, ahora siempre sé lo que sigue. Espero a ese alguien que no me permita predecir y acertar, que cambie el desenlace que extirpe el atrás y después de tanto crecer, volver a creer. Después de tanto ceder pararme un minuto y de una buena vez deslumbrarme otra vez.
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