miércoles, 11 de septiembre de 2013

Sparagmos.

Tres días y tres noches. Tres meses y tres semanas. Tres años, tres horas.
Vida, muerte, vida.
¡Mirame los parpados!, el contorno de los ojos. Están rosados como piel de conejo. Cocinados, irritados, secos.
El detrimento de la tercera piel. El despedazamiento de cada músculo, y cada fibra como un parto cíclico y constante. La tracción, y la fuerza que contrae cada parte de mi ser en un circulo hasta el hartazgo que va supurando y superando umbrales de expulsión y desprendimiento encadenado.
El engranaje entre los brazos y las piernas, complementados, no dejan de parir una y otra vez, la agonía que, como un niño muerto, sangra fracasado al verse. Éstas, parecieran deformarse en sus articulaciones, soltarse y rearmarse. Muda completamente, muda y traslada.
La soledad se vuelve innombrable y sin poder modularla se traga, y explota internamente dinamitando los huesos y con ellos todo el pasado. Salpicando en las paredes el auxilio para quien lo interprete. La palabra hueca, vacía, no encuentra más que un sonido tildado en un desierto de hielo.
Soportar hasta las ultimas consecuencias en silencio te garantiza la limpieza mas profunda. Nunca parece suficiente, hasta que un día la tensión espira, y entre el agua que desagua y la sed que demanda, se limpia el alma.
Y ahora tal vez, recién ahora, podría escuchar acaso una voz, es posible que mí propia voz, aniñada. Muchas veces creí haber llegado hasta el final sin embargo hubo más. Y no sé sí esta vez lo que escucho pertenece al limite o simplemente es un eco, un reflejo, producto de mi mente que rechaza la individualidad. Me siento chiquita y sin idioma. Pero en un ángulo de mi cabeza, en un costado que ha madurado, entiendo, y concluyo que las almas en cautiverio, privadas de todo, y sobre todo de la comunicación dan a luz un sentimiento que trasciende la física de los cuerpos y rompe las paredes. Es un grito que te deforma el rostro, una amonestación en el imaginario sin destinatario. “Un eco en el espejo sin sonido”.
Después de ese exorcismo, después de esa granja de órganos enfermos rehabilitados, esa voz, mi voz, escuche una consigna contundente, un sonido que se sienta en un sentido, que finalmente componga un estado resurgido del polvo. Materializando el alivio que refresca una orilla. Donde yo soy ella (la orilla) ¿y ella? , ella tal vez sea, ¿el amor?.   


martes, 12 de marzo de 2013

La verdad es la fea del baile.


Ella era verdad. Y con sus manos tremendas de fuego te la daba. Limpiaba y depuraba tu alrededor. Ella era, era transparente, tanto que se volvía inhóspita. Nadie podía permanecer mucho tiempo en sus brazos, nadie estaba tan limpio como para tolerarlo, ni tan íntegro como para digerir verdades. Todos quieren vivir un poco engañados, todos prefieren refugiarse un poco en la mentira. Hay quienes la administran con dosis exactas, van posando como hadas esa especie de magia, y quien devela la alucinación está maldito. Abucheado, apedreado. EXILIADO. Y ella, ella esta sola.
Ella era verdad, y qué podrá hacer para curar su mal. Callar. Aunque sus brazos, su piel, su voz te escurran el alma de falacias. No es que ella quiera develarte, o revelarte nada, es involuntario, porque ella es de verdad. Su poder está en su sola presencia, es como si el entorno de ficciones se desplomara al verla tan solo pasar. Es ella, la que se acuesta y al contrario te despierta, cómo puede alguien animarse al espejo, y arrimarse al hecho de que fuimos estafados. La cobardía es un lugar común, amplio y confortable, donde la mayoría elige alojarse.  
Ella era verdad, y la verdad desviste, y desmaya, te afloja las piernas. La seguridad se va corriendo por debajo de las puertas, y la actitud se espanta como una vieja indignada que tapándose la boca se mete en su casa.
Ella es un shock de pavor, de miedo, de abismo. Primero el ardor que supura fervor, luego la sal en los poros de viejas heridas, y por ultimo el grito grave de corrupción que surge del pecho y te extingue el contexto que creías auténtico. Te patea el tablero. Muy pocos toleran el mareo, la falta de suelo. La sensación de volverte huérfano te muestra la locura como anfitriona de las puertas del infierno. Cómo se vuelve de eso.
Ella era verdad, y por lo tanto saldría a la luz, a flote, esta en su naturaleza. La verdad es claridad y todo aquel que la busca la encuentra, pero no todo aquel que la encuentra, sabe contenerla. Y yo me desprecio por tener el don de ser ella. Porque por ella me quedo bailando sola una vez más.

jueves, 1 de noviembre de 2012


Y mi corazón se inflo de nuevo, entonces desperté de aquel sueño aguado donde las lagrimas eran el río, y la única forma de olvidarte fue flotarte en la superficie del olvido. 

sábado, 26 de mayo de 2012

Imagino.


A veces creo que caminando voy a pasar los días, caminando voy a transformar este estado. Patear este estrujado interno, sobornar esta opresión en el pecho, sonar mis dedos y aflojar el comprimido nudo que llevo hace tanto tiempo en el cuello. A veces creo que caminando voy a despertar. Me imagino un largo camino sin días, sin horas, pero con el día y con la noche. Y visualizo un cambio de estación en algún momento, como un pasaje de un año a otro que sucede de repente una mañana cualquiera. Me imagino que camino el día y el día es tan largo y pesado que no se me ocurre otra cosa que arrastrar los pies y seguir. Como que el silencio trae más silencio y las horas se llenan de nada. El día es como una tristeza que aturde y a veces desespera, pero solo moviéndome la puedo tolerar, la puedo arrastrar, hasta que un día sin notarlo la habré soltado. Es lo que imagino que podría llegar a suceder, (un día), es lo que deseo que me ocurra alguna vez. Uno espera devoto el cambio y el cambio todavía no ocurre. Entonces yo vuelvo a imaginarme que solo caminando y más allá de lo que cualquiera pueda imaginar que se pueda llegar, y aún y hasta mucho más allá, creer que existe un punto donde el peso se desprende del cuerpo, o el alma se desprende del cuerpo y ya no habrá más dolor. Como el hecho de estar bajo el agua y alcanzar la superficie. Entonces solo puedo imaginar en seguir y seguir. Algún día escupiré mi fragilidad, algún día pasare ese umbral. Y el recuerdo no se de que será, pero mirando hacia adelante nada más, es como logro olvidar y es que apenas así puedo, allá tal vez muy lejos, encontrar una especie de paz. Eso es lo que imagino cuando me largo a llorar. Es lo único que ahora siento que tengo, que me queda, esa es mi esperanza. Imaginar que finalmente llegaré a ese lugar.

martes, 25 de octubre de 2011

Octubre

Con el deseo de que me brote una esperanza. Como si dentro de mí se gestara una verborragia. Manos arrancando el parto de mi voz, de mi grito y mi ilusión. Con ganas, ganas de una vertiente, una catarata. Mi dolor nace adentro pero es bueno, es noble, solo quiere salir. Desea un alivio, busca ser explicito. Nacer, salir y desparramarse como rebalsando los moldes, los contornos, como desbordando todo, pero exponiéndose entero, mostrándose esto. Esto es lo que es. Quisiera llorar, quisiera explotar, abrazar una oportunidad, rescatarme y volverlo a intentar. Me rompo los dedos, me lo quiebro, se me parten las costillas por soportar estos pulmones inflados de soledad. Me superan, son más grandes que mis propios suspiros, no me alcanza el aire, las bocanadas, no me llenan. La sensación es una sola, es cremosa, es densa, es total. Es un todo que contiene a reventar. Es un globo lleno de angustia y a la vez de lluvia. Necesitaría arrancarme, despojarme, ¡pincharme! que me ayuden con un golpe en la espalda, para desalojar esta balsa de fracasos sin nombres, amorfos, anónimos, buitres enredados que espantan mi animo. Gordos roedores de una larga espera, de una hinchada pena. Y por callar esto me duele, y por contener esto me muerde. Y se lleva mi canto, y se pagan mis duelos, así, en silencio. Ya no quiero porque todo se va secando entonces como una pasa de uva, que me las vuelvo a tragar. A dónde si no es al sol a donde tengo que mirar para estornudar esta congoja suplicante que agoniza muda por un instante, un instante de libertad.

martes, 18 de octubre de 2011

Insomnio

Ayer tuve una sensación, sonó como música y no seguí la canción. Si la hubiese escuchado hubiera escrito algo, pero deje que se me escapara por cobarde. Me vengo sintiendo pálidamente, me vengo ausentando, sin embargo a esta hora me atrevo, me levanto y me desvelo. Para develar la cadencia de tu cuerpo, que es el que quiero. Parece aproximarse, y viene lento. Lo intento. Si tan solo soplaras esas plumas que hay en mi cama, si tan solo me asaltaras, encontraras la forma de entrar al sueño. Te pedí acurrucada un deseo, te soñé anhelante de mis besos. Aquí estoy confusa. Acá estoy por ahora intrusa. Yo fui a tus bordes, los recorrí soplando tus pestañas. Yo simplemente fui hasta tu casa, a ver si entre algunas confesiones me elegías. Pero ahora recuerdo aturdida que no estaba sola. Dónde miran tus ojos, no lo sé. Donde miran los míos tampoco. Igual entiendo este miedo, tomo distancia y me renuevo. Ahora vuelvo. Y en tus manos me encuentro. Qué partes de qué fibras tocaras de mi entero. Qué lunas de qué mundo esperan frías un relevo. No sé sinceramente a dónde estamos yendo, si estoy sola una vez más partiendo. Tengo abrigo para dos, tengo planes a montón. Seguiremos este viaje o simplemente al despertarme recordaré que te fuiste sin haber entrado. Y mirando un reloj apagado entenderé las muchas pastillas desparramadas en esa desdicha de saberme compositora de esta triste canción. De esta fugaz melodía que nunca existió. Pero puede que viva en algún rincón. Dame ese instrumento que te regalo mi voz. Qué pasará cuando abra mis ojos, qué pasará cuando los cierre.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Couture

Costuras como estas me componen, me rearman. Puntadas largas, agujas anchas, unir mis partes, vestirme con mi piel. Soy la misma de ayer mañana, dejame las tardes y las noches cocer que al abrir los ojos otra vez me reconoceré.
Encarar los espejos y lucir la capa, el peso. Cubrirme y destaparme con mi historia, amarrada. Las figuras como nombres bordadas, las suturas y los nudos se lucen en la garganta. Hay una parte que no encaja, y yo sigo dando puntadas, esto no sirve, aquello tampoco, mas hilo, más lana. Este ovillo no sale de su enredo, no quiero disculparme, luego lo hago, bueno que salga. Decir con palabras, poco puedo, cuando se teje el descontento. Es casi como pincharse el dedo, primero un punto frío que se clava, luego la presión donde veo el daño en dimensión, el globo de sangre que se infla y estalla pero no alcaza, para desenlazarla, esta vez: a la furia, al enojo, al orgullo desflecado. A las ganas de seguir intentando. Mejor una maquina, mejor una costurera, mejor un dedal. Todos podrán hacerlo mejor que yo, decir y hacer, no es lo mismo que decirhacer.
Y sigo hilvanando esta inspiración que no me alcanza. Solo quiero decir que intento recomponerme, intento unirme, formar, una sola yo, un abrigo. Volver al ruedo. Todos aprendemos a cocernos. Reconstituyendo con retazos la vida, que a veces se raja, se rompe, se desgarra. Tengo marcas, tengo trama, tengo historias en las palmas. Me las froto por los brazos y entibio las bastillas de los extremos para que sanen. A veces cicatrizan rápido y nos salvan, a veces… Pero otras nos privan de vivir, por miedo a revivir.
Tengo cien mil pedazos de mí, a ver cómo hago de una vez. No me roben mis gasas, y si lo hacen no me las devuelvan arañadas. A ver cómo hago entonces si alguien se cruza y me rompe el vestido, porque otra vez me quedo sin fiesta y sin desfile. Y a ver cómo hago de una vez para estar entera, mis vendas, enmarañadas, deshilachadas. No busco culpables, solo talento para vestirme de nuevo. Para saber hacerlo, cocerme bien, fuerte, pero no ajustada. Más bien liviana. Una costura segura, de un ritmo ligero, invisible pero existente, no superficial sino profundo. Cerrar y no tapar, mezclar y no acercar. Unir y no juntar. Atravesar.