A veces creo que caminando voy a
pasar los días, caminando voy a transformar este estado. Patear este estrujado
interno, sobornar esta opresión en el pecho, sonar mis dedos y aflojar el
comprimido nudo que llevo hace tanto tiempo en el cuello. A veces creo que
caminando voy a despertar. Me imagino un largo camino sin días, sin horas, pero
con el día y con la noche. Y visualizo un cambio de estación en algún momento, como un
pasaje de un año a otro que sucede de repente una mañana cualquiera. Me imagino
que camino el día y el día es tan largo y pesado que no se me ocurre otra cosa
que arrastrar los pies y seguir. Como que el silencio trae más silencio y las
horas se llenan de nada. El día es como una tristeza que aturde y a veces
desespera, pero solo moviéndome la puedo tolerar, la puedo arrastrar, hasta que
un día sin notarlo la habré soltado. Es lo que imagino que podría llegar a
suceder, (un día), es lo que deseo que me ocurra alguna vez. Uno espera devoto
el cambio y el cambio todavía no ocurre. Entonces yo vuelvo a imaginarme que solo
caminando y más allá de lo que cualquiera pueda imaginar que se pueda llegar, y
aún y hasta mucho más allá, creer que existe un punto donde el peso se
desprende del cuerpo, o el alma se desprende del cuerpo y ya no habrá más
dolor. Como el hecho de estar bajo el agua y alcanzar la superficie. Entonces
solo puedo imaginar en seguir y seguir. Algún día escupiré mi fragilidad, algún
día pasare ese umbral. Y el recuerdo no se de que será, pero mirando hacia adelante
nada más, es como logro olvidar y es que apenas así puedo, allá tal vez muy
lejos, encontrar una especie de paz. Eso es lo que imagino cuando me largo a
llorar. Es lo único que ahora siento que tengo, que me queda, esa es mi
esperanza. Imaginar que finalmente llegaré a ese lugar.
sábado, 26 de mayo de 2012
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