martes, 12 de marzo de 2013

La verdad es la fea del baile.


Ella era verdad. Y con sus manos tremendas de fuego te la daba. Limpiaba y depuraba tu alrededor. Ella era, era transparente, tanto que se volvía inhóspita. Nadie podía permanecer mucho tiempo en sus brazos, nadie estaba tan limpio como para tolerarlo, ni tan íntegro como para digerir verdades. Todos quieren vivir un poco engañados, todos prefieren refugiarse un poco en la mentira. Hay quienes la administran con dosis exactas, van posando como hadas esa especie de magia, y quien devela la alucinación está maldito. Abucheado, apedreado. EXILIADO. Y ella, ella esta sola.
Ella era verdad, y qué podrá hacer para curar su mal. Callar. Aunque sus brazos, su piel, su voz te escurran el alma de falacias. No es que ella quiera develarte, o revelarte nada, es involuntario, porque ella es de verdad. Su poder está en su sola presencia, es como si el entorno de ficciones se desplomara al verla tan solo pasar. Es ella, la que se acuesta y al contrario te despierta, cómo puede alguien animarse al espejo, y arrimarse al hecho de que fuimos estafados. La cobardía es un lugar común, amplio y confortable, donde la mayoría elige alojarse.  
Ella era verdad, y la verdad desviste, y desmaya, te afloja las piernas. La seguridad se va corriendo por debajo de las puertas, y la actitud se espanta como una vieja indignada que tapándose la boca se mete en su casa.
Ella es un shock de pavor, de miedo, de abismo. Primero el ardor que supura fervor, luego la sal en los poros de viejas heridas, y por ultimo el grito grave de corrupción que surge del pecho y te extingue el contexto que creías auténtico. Te patea el tablero. Muy pocos toleran el mareo, la falta de suelo. La sensación de volverte huérfano te muestra la locura como anfitriona de las puertas del infierno. Cómo se vuelve de eso.
Ella era verdad, y por lo tanto saldría a la luz, a flote, esta en su naturaleza. La verdad es claridad y todo aquel que la busca la encuentra, pero no todo aquel que la encuentra, sabe contenerla. Y yo me desprecio por tener el don de ser ella. Porque por ella me quedo bailando sola una vez más.